Aire fresco en el Port du Plomb
¡Si tienes ganas de dar un paseo al aire libre, no lo dudes más! En dirección al Puerto de Plomb, entre los pueblos de L’Houmeau y Nieul-sur-Mer, te espera un remanso de paz, casi confidencial, que alberga barcos de colores y donde podrás disfrutar de un bonito y tranquilo paseo.
Yendo hacia el sur te aproximarás a la playa de L’Houmeau, pasando por antiguas cabañas, algunas reconvertidas en restaurantes y cafeterías.
Hacia la bahía de l’Aiguillon... Caminarás sobre acantilados de piedra caliza dorada y disfrutarás de un panorama impresionante. A babor, se extiende la preciosa isla de Ré de la que se pueden distinguir las bahías, la punta e incluso los faros, dependiendo del tiempo. Justo enfrente, el océano Atlántico y el Pertuis Breton. A estribor, se desvela la Bahía de Aiguillon y su amplia curva que te llevará a las tierras de Vendée. Al final de la costa se encuentran las estaciones de La Tranche-sur-mer y La Faute-sur-mer.
Pasando por el paso de Mortefoin... un lugar lleno de tranquilidad y de aire fresco. Aquí se viene en familia para volar las cometas en los prados, que bordean el acantilado. También se viene en pareja, con la mirada perdida en el azul del mar. O también se viene para hacer deporte, caminando o en bicicleta, para dirigirse a continuación, por qué no, al paso Marsilly y luego a Esnandes por el sendero de la costa. En resumen, es el paseo perfecto para todas las estaciones.
El mirador con mesa de orientación. A continuación, se bordea un promontorio que parece natural, cubierto de hierbas salvajes: allí, tras subir unos escalones de madera, se llega al mirador con una mesa de orientación y unas maravillosas vistas de la bahía.
Aquí encontrarás uno de los numerosos vestigios de la Segunda Guerra Mundial, un antiguo búnker para controlar la navegación alrededor de la «Poche de La Rochelle». En este lugar se implantaron las tropas alemanas, al igual que en Royan, y convirtieron la ciudad uno de los últimos focos de resistencia enemigo de la costa atlántica.
Después están los «carrelets», fieles compañeros de nuestro litoral situados a lo largo del camino. Algunos han sobrevivido y otros, víctimas de las últimas tormentas, muestran bonitos pilares con su pequeña cabaña que despiertan al niño que llevamos dentro.
Algo más lejos (no demasiado, porque hay que pensar la vuelta...), se puede bajar directamente al pie de acantilados a una playa de guijarros blancos.
¡Un paseo lleno de brisa marina!